Bueno, pues estoy de vuelta de mi última ausencia (no ha sido muy larga esta vez, solamente un par de semanas, así que ya voy volviendo a mejorar en eso) tras las que han sido dos de las semanas más exhaustivas, gratificantes y a la vez frustrantes de mi vida.
ATENCIÓN: Aviso de turra de las mías.
Recordaréis que el año pasado os dije que fue mi primer contacto con Cevisama, la feria del sector cerámico que a nivel de importancia mundial es la segunda del mundo, solamente por debajo de Cersaie, la feria del sector que se celebra todos los años a finales de Septiembre en Italia. Pues bien, tras la toma de contacto del año pasado, este año llegaba con el que se convirtió en mi objetivo tras completar las prácticas de Comercio Internacional, que no era otro que llegar a feria trabajando como comercial de mesa para una azulejera.
Cabe destacar que, dadas las condiciones laborales de mi actual empresa, y la mano dura que ejerce el amo de la misma a través de la motivación a través del miedo (prefiero no empezar a hablar demasiado de esto porque nunca se sabe quién me puede llegar a estar leyendo), y sumado al hecho de que veía que me jugaba parte importante de mi continuidad en la empresa más allá de mi actual contrato, que llega hasta finales de Marzo, estaba acojonado vivo la noche de antes, hasta tal punto que solamente llegué a dormir tan apenas 2 horas.
A las siete y veinte ya estaba en pie y camino de la empresa con mi coche, porque a las ocho teníamos que salir dirección a Valencia. A las ocho y media de la tarde estaba de vuelta en el almacén, completamente agotado y con ganas de volver a casa, pero muy satisfecho de la enriquecedora y satisfactoria experiencia. Ya sabréis que a mi lo que me gusta es tener contacto directo con la gente, más aún si es cara a cara (y si no lo recordabais, acabo de hacerlo yo mismo), por lo que el ambiente de feria sin duda es para mi lo más disfrutable que puede ofrecer mi actual puesto de trabajo. Había cumplido mi objetivo, y mis expectativas se habían visto colmadas. Con la posibilidad de poder volver además el miércoles, que es uno de los días fuertes del evento.
Martes de la semana de feria, me toca quedarme en la oficina al pie del cañón. No es que esperara otra cosa, así que por ahí empezamos bien. Acabo saliendo a las ocho menos cuarto de la empresa, y mi horario se supone que es hasta las seis y media. Me dicen que al día siguiente tengo que volver a la oficina. Después de una tarde de perros en las que las faenas urgentes y que requieren que tengas el más mínimo cuidado para no cagarla se me acumularan hasta la saciedad. Sumamos eso a las formas tiránicas con las que se dirige a toda la plantilla el jefe y creo que os podréis hacer una idea del rebote que me pillé.
Desde ese día, ha habido un antes y un después, es como si una especie de mecanismo dentro de mí se hubiese activado, haciendo que mientras estoy trabajando trate de ser más eficiente aún y darlo todo, pero importándome un guano lo que suceda con la empresa una vez abandono mi puesto laboral. Ese marte me convirtieron del todo en un trabajador mercenario. Y prefiero no recordar los pensamientos que me llegaron a rondar por la cabeza, porque solamente basta con deciros me dí mucho miedo a mí mismo.
El viernes volví a feria, y al ser el día más flojo, me dio para disfrutar estando en contacto con los pocos clientes que se pasaron con el stand, y sobre todo para disfrutar dando una vuelta por toda la feria con las compañeras que ejercieron de azafatas.
Y bueno, ya para cerrar, lo de esta semana ha sido de locura, un no parar de pedidos de feria que servir, sin tratar de dejar desatendidos a los que van haciendo pedidos regularmente. Una puta locura os digo.
Como siempre, os agradezco a los que hayáis aguantado la chapa. Y ahora voy a ver que se ha cocido últimamente por estos lares. Es bonito eso de estar de vuelta por casa.