Justo cuando su carrera parecía estar en dique seco, Guy Ritchie resucitó de sus cenizas cual Ave Fénix primero con “Rocknrolla”, una película de mafiosos en la línea de sus primeros y más famosos trabajos, y luego con “Sherlock Holmes”, reinvención del magistral personaje literario creado Arthur Conan Doyle. Fue esta última precisamente la que le puso en el redil de Hollywood, consiguiendo que su nombre se vinculara a jugosos proyectos como “Sgt. Rock” o una nueva versión de Excalibur, ambas bajo el amparo de Warner Bros.
Pero la taquilla es la que manda, y la primera entrega de este “reinventado” Sherlock Holmes fue todo un éxito (en parte por el trabajo de los guionistas al adaptar el cómic de Lionel Wigram y en parte por la perfectamente identificable labor de Ritchie tras las cámaras), por lo que había que aprovechar la idea y la disponibilidad del solicitado Robert Downey Jr. (otra pieza clave) para lanzarse a la piscina con una inmediata secuela.
Así es como tres años después llega a nuestras carteleras “Sherlock Holmes: Juego de Sombras”, entrega en la que nuestro famoso detective tendrá que enfrentarse a un enemigo a la altura de su brillante intelecto, el profesor Moriarty.
Una serie de crímenes y atentados bomba están golpeando al mundo, y el astuto Sherlock Holmes tiene la certeza de que detrás de todo se encuentra el profesor Moriarty, una gran mente criminal.
Holmes volverá a contar con la inestimable ayuda de su buen amigo el Dr. James Watson para tratar de descubrir el plan que está orquestando su enemigo y tratar de detenerlo antes de que sea demasiado tarde.
No hay duda que pese a las permisibles licencias (la base literaria y los atributos del personaje siguen ahí, aunque algunos se obcequen en negarlo), este remozado Sherlock Holmes caló hondo entre los espectadores. Parte del mérito fue también gracias al buen hacer del carismático Robert Downey Jr. en la piel del famoso detective.
Por ello, y porque la película sigue llevando su nombre por título, Sherlock Holmes vuelve a ser la gran estrella de la función. Y si ya en la anterior entrega nos encontramos con un Holmes más desenfadado y peleón de lo habitual, aquí su personaje alcanza altas cotas de virtuosismo y excentricismo, amén de acentuarse aún más –y con un tono marcadamente paródico- su afán por los disfraces durante el transcurso de sus investigaciones.
El humor sigue siendo uno de los puntos fuertes, y una muestra de ello se aplica de maravilla a la ya de por sí estupenda comicidad entre Downey Jr. y Jude Law, la pareja protagonista.
Ahora tenemos a un Watson a punto de pasar por la vicaría y completamente desligado de los casos que ocupan el tiempo de Holmes. Aún así, y por mucho que discutan mientras están juntos y por mucho que el buen doctor se queje del incorregible comportamiento de su amigo, ambos forman un gran equipo y se necesitan mutuamente en lo bueno y en lo malo. Juntos se complementan y juntos es la única manera en la que pueden vencer a su despiadado enemigo.
Moriarty ha sido siempre el archienemigo de Holmes en los relatos de Doyle, por lo que su aparición resultaba indispensable, más cuando en la primera entrega su personaje se encontraba urdiendo maldades en la sombra. En aquella nos sugirieron su presencia y aquí directamente nos lo presentan como el gran villano capaz de ir un paso por delante del gran detective londinense.
El profesor Moriarty es un hombre culto y muy astuto, pero además posee una capacidad innata para el mal y una absoluta falta de escrúpulos que lo convierten en un rival de mucho cuidado.
La investigación en torno a sus maquiavélicos planes se torna aún más peligrosa cuando la vida de Watson y su inminente esposa corre peligro, y cuando entra en juego el personaje de Madam Simza, la pitonisa gitana encarnada por Noomi Rapace.
Para la actriz sueca, conocida por su papel de Lisbeth Salander en la saga Millemiun, éste supone su trampolín hacia la meca de Hollywood, y si bien su actuación es correcta, lo cierto es que su personaje queda bastante desaprovechado, tal como ocurre con todas las féminas de la saga. Madam Simza tiene agallas y se defiende bastante bien en el arte de la lucha, pero luce poco como secundaria.
Lo mismo le ocurre a la esposa de Watson, que aunque en el desenlace juegue un papel importante, su presencia sigue limitándose a cuatro escenas contadas (y todos los que hemos visto a Kelly Reilly en “Eden Lake” sabemos que puede dar mucho más de sí).
Y luego tenemos a una efímera Rachel McAdams nuevamente en el papel de Irina Adler, esa pícara ladronzuela capaz de traer de cabeza a Holmes y con la que se podría haber explotado un romance con buena química. Desgraciadamente, lo suyo es un visto y no visto que de algún modo sirve para mostrar el lado más humano SPOILER– y trágico – FIN SPOILER de Holmes.
A título personal SPOILER– me dolió sobremanera que su muerte sirviera para mostrar otras capas interiores del personaje protagonista. Aunque ya se sabe que en una saga ningún personaje muere definitivamente… – FIN SPOILER
Es de suponer que los guionistas no han querido que nadie se interponga en el protagonismo de Holmes y Watson, y menos entre el duelo del primero contra Moriarty (atención al gran guiño literario en el desenlace de su enfrentamiento final). Son estos tres personajes los que llevan el peso de la historia. Una historia que quizás esté por debajo de sus posibilidades, teniendo en cuenta el villano que tenían entre manos y la inclusión del hermano de Holmes, Mycroft, en manos de un simpático Stephen Fry haciendo de Stephen Fry y que en personalidad poco se parece al Mycroft descrito por Doyle.
La primera “Sherlock Holmes” nos la vendieron como una película de acción de época, y resultó contener más misterio y suspense del que uno pudiera esperar. Y ese fue, precisamente, uno de sus logros. En esta ocasión, sin embargo, la intriga es más bien simplona (y fácilmente deducible), y aunque Holmes siga haciendo gala de mucho ingenio y astucia, sus hallazgos no sorprenden tanto y nos cuesta ver en él al brillante detective al que tantas veces Scotland Yard ha requerido para resolver misteriosos asesinatos.
Es como si por protagonista tuviéramos a un brillante matemático, y las matemáticas que nos mostrase el guión fueran de primero de secundaria.
Una trama más trabajada en ese aspecto hubiera dado mucho más juego entre el duelo Holmes vs Moriarty. De todos modos, y teniendo en cuenta lo que nos proponen (cierto acercamiento al por qué de las guerras y, por ende, a la Gran Guerra que tiene lugar un par de décadas después de los hechos que aquí transcurren) y que ambos actores están perfectos en su rol (después de ver a Jared Harris no creo que nadie eche de menos al rumoreado Brad Pitt), las posibles carencias del guión apenas hacen mella y quedan compensadas por las dosis de buen entretenimiento que nos ofrece la película dirigida por Ritchie
El director británico despliega nuevamente su arsenal de artificios visuales y recursos videocliperos para lograr secuencias de acción mucho más espectaculares y grandilocuentes, convirtiendo esta segunda parte en una superficial pero francamente efectiva película de acción. A menos intriga, más pirotecnia, pero en conjunto, la fórmula se repite y, qué demonios, vuelve a funcionar.
Excelente pareja protagonista con un Downey Jr. en su salsa, buen villano, historia entretenida, generosas dosis de acción y humor, gran ambientación y redonda banda sonora a cargo de Hans Zimmer, que tras la experimentación que nos brindó en su predecesora aprovecha ahora la espectacularidad de la función para ofrecer una partitura más poderosa y épica, y con unos toques zíngaros que casan de lujo con algunos segmentos de la película. Claro que lo más sorprenderte es encontrarse en la banda sonora la inclusión (a modo de impagable guiño) de un tema ajeno (de los varios que hay) como el de Ennio Morricone correspondiente a “Dos mulas y una mujer”.
En conclusión, una de esas pocas afortunadas que puedan presumir de ser la excepción al popular dicho de “segundas partes nunca fueron buenas”. Ojalá pudiéramos decir esto más a menudo.