A mediados de los 90, y tras varios dimes y diretes con el guión, vio por fin la luz “Misión Imposible”, adaptación cinematográfica de la popular serie de televisión de los años 60. El proyecto fue impulsado por su estrella protagonista, Tom Cruise, a través de su recién estrenada productora, Cruise/Wagner Productions, y Paramount Pictures, poseedora de los derechos del serial.
La apuesta del actor, fan confeso de la serie, resultó ganadora, y pese a recibir un (absurdo) Razzie, la película fue un éxito rotundo, convirtiéndose en una de las más taquilleras en la carrera de Cruise y también en la de su director, el irregular Brian De Palma.
A todo éxito le llega su secuela, y con ‘Misión Imposible’ tardó más de lo acostumbrado.
Cuatro años después de la primera entrega llegaría una continuación de la mano de John Woo, todo un especialista en el cine de acción. Woo hizo suya la película a base de espectaculares secuencias de acción, piruetas imposibles, mucha cámara lenta y palomas blancas al vuelo marca de la casa. Un cóctel explosivo tan macarra y delirante que a la mayoría se le indigestó, y aunque para un servidor supusiera un placer culpable (nadie es perfecto), no cabe duda que desentonaba demasiado con la visto en su predecesora.
Seis años más tarde el agente Ethan Hunt se cortaría el pelo de nuevo para dejarse ver en una tercera entrega que serviría de debut para el escritor y productor J.J. Abrams (creador de series como Alias y Perdidos), quién además de sentarse en la silla de director también co-escribiría el guión junto a sus habituales colabores (Alex Kurtzman y Roberto Orci).
El resultado fue una satisfactoria entrega con mucha acción y una escueta trama sustentada en base a un simple macguffin y un romance muy ñoño (con boda in extremis incluida).
Y ésta hubiese sido la última aventura de Hunt en pantalla si no fuese porque Paramount y Abrams decidieron darle continuidad al FMI en una nueva Misión Imposible.
Acusado de atentado terrorista con bombas contra el Kremlin, el agente del FMI Ethan Hunt se ve desautorizado junto con el resto de la organización al iniciarse el “Protocolo Fantasma” dictado por el Presidente. Sin poder contar con recursos ni apoyo, Ethan se verá obligado a formar equipo con otros compañeros del FMI fugitivos con tal de restaurar el honor de su organización e impedir un nuevo ataque.
Lo que nació como un reinicio de la franquicia en busca de caras nuevas ha pasado a ser otra entrega más para lucimiento casi exclusivo de Tom Cruise. Y es que al fin y al cabo, Misión Imposible es Ethan Hunt, y guste más o guste menos, Ethan Hunt es Tom Cruise. No hay más vuelta de hoja.
Por tanto, Hunt/Cruise es quién vuelve a llevar la voz cantante en esta nueva misión en la que los agentes del FMI deben llevar a cabo su empresa a espaldas del gobierno y sin ayuda de la agencia. El objetivo: detener a Kurt Hendricks, un sociópata obsesionado con destruir el mundo con misiles nucleares.
Aunque Ethan Hunt siga siendo el líder del equipo, hay que indicar que en esta ocasión la implicación y actuación del resto de miembros que lo componen es mucho más activa y significativa que en anteriores entregas. Hunt es quién manda, pero la ayuda de sus nuevos compañeros resulta indispensable para el éxito de la misión. Digamos que el protagonismo está más repartido y los personajes secundarios mejor definidos.
Ahí está por ejemplo Jane Carter (Paula Patton), una agente con mucha experiencia y una mujer de armas tomar en busca de venganza, o Benji Dunn (Simon Pegg), el experto informático que ya hizo su breve aparición en MI3 y que aquí se encuentra ascendido a agente de campo.
Su intervención resulta de vital importancia para llevar a cabo los planes trazados, y siendo Pegg el actor que encarna al mago técnico del equipo, no es de extrañar que el peso del humor recaiga sobre él.
Y es que esta entrega es, sin lugar a dudas, la más desenfadada y divertida de todas, pues acumula, a lo largo del metraje, frecuentes golpes cómicos que por momentos bordean lo autoparódico (esos gadgets que se estropean en el momento más inoportuno, ese mensaje que no se autodestruye correctamente…).
De las cuatro, ésta sería también la más “bondniana”, con un generoso aumento de gadgets a cuál más impensable y con un villano megalómano con delirios de grandeza cuyo pérfido plan de reiniciar el mundo a base de destruirlo con bombas nucleares le haría merecedor de enfrentarse al mismísimo agente 007 (aunque como malo maloso que es, carezca de base secreta y ejército de mercenarios).
Probablemente su tono más ligero y jocoso (diría que en línea de “Noche y día”, también de Cruise) sea el que nos permita ser más permisivos de la cuenta, pues si alguien creía que la entrega dirigida por Woo era fantasiosa, debo advertirle que ésta tampoco se queda corta.
Muchas de las escenas de acción rayan o sobrepasan lo imposible, haciendo así honor al título de la franquicia. Secuencias de escasa credibilidad que damos por válidas porque ya conocemos a Hunt y sabemos de sobra que no hay dificultad que se le resista ni accidente que acabe con él.
Hunt tiene siete vidas como un gato, si no más; se puede lanzar de una cornisa o tirar de un coche en marcha sin apenas sufrir más que unos “indoloros” rasguños. Esto ha sido así desde la primera entrega y no vamos a cambiarlo ahora. Se puede hacer más o menos creíble dentro de la ficción de la propia saga, pero “lo imposible” debe estar siempre presente, sino no sería “Misión Imposible” (valga la redundancia).
Y ahí es donde Cruise demuestra que a sus casi cincuenta tacos aún es capaz de correr y saltar como uno de treinta (recordemos que empezó la franquicia hace quince años). Quizás no luzca las abdominales de antaño, pero su buena condición física aún le permite rodar las escenas de acción con soltura y asumir algunas de ellas sin necesidad de recurrir a un especialista.
Y ya sabemos que ese tipo de escenas suelen ser las que tienen a Hunt colgando de un cable; una especie de hazaña recurrente en cada capítulo de la saga y que obviamente aquí no podía faltar
Así pues, vemos al actor escalando el Burj Khalifa, el rascacielos más alto del mundo que se encuentra en Dubai, ciudad en la que transcurre parte de la trama. Precisamente este tramo es uno de los más potentes de la película, si bien se alarga en exceso y eso perjudica un poco el ritmo de la película. Y no es que uno se aburra, cosa que no ocurre en ningún momento, pero sí se tiene la sensación de que se hace un tanto larga (y de hecho, lo es)
De todos modos, su arranque es de nivel (con unos créditos iniciales cuidados) y ofrece el espectáculo palomitero que se le pide sin que uno se pare a pensar mucho en sí la historia que nos está contando es buena o no (es más, si lo piensas, puede que no disfrutes tanto). El guión es bastante básico, y viene a ejercer de soporte para las distintas secuencias “imposibles” que nos irán llevando de un escenario a otro y que nos irán embaucando para que disfrutemos de un par de horas sentaditos en la butaca de una sala de cine.
A fin de cuentas, esto es lo que ha venido siendo la saga a partir de su segunda entrega, desde que la intriga y el suspense que imprimió De Palma quedaran relegados a un segundo plano en beneficio de la acción. Y esto se puede hacer mejor o peor, y no hay duda que Brad Bird (El gigante de hierro, Los increíbles, Ratatouille) lo ha hecho bien.
El director se ha estrenado en la acción real ofreciendo un entretenimiento ligero pero atractivo, y que desde el guión mantiene la continuidad con su predecesora, pues por algo Abrams es quién produce. Eso sí, Bird sabe rodar sin marear la cámara, algo que la vista del espectador agradecerá (basta ya de tener que llevarse la cajita de Biodramina para ir a ver cine de acción).
En mi opinión, no es la mejor entrega de todas, pues ese puesto lo sigue ocupando la primera “Misión Imposible”, un thriller de espías ejemplar (dentro de su vertiente más comercial), pero puede que sí sea la mejor secuela hasta el momento.
La película también deja la puerta abierta a más entregas con Cruise a la cabeza. Pero en caso de que el actor no se preste a ello (cosa que dudo), siempre puede sustituirle Jeremy Renner, quién inicialmente se consideró como su relevo y que ha terminado ejerciendo un rol secundario.
¿Podría ser ésta su carta de presentación? Quizás. Lo cierto es que, con tal de no eclipsar a la estrella protagonista, aquí es uno más del equipo. Un buen equipo, todo sea dicho, y que puede funcionar muy bien de cara a más continuaciones. Además, Renner ya sustituye a Matt Damon en Bourne, por lo que ya cuenta con otro espía con el que agenciarse una franquicia taquillera para él solito.