Es una historia sobre un chico que comparte piso con un gordo y pronto empieza a desfasar todo.
Os voy a contar la experiencia que vivo desde hace 5 meses.
Decidí marcharme del piso de mis padres, necesitaba tranquilidad para mis estudios, y tener un pedazo de intimidad, alejarme de una etapa que había llegado a su final.
Vivo en Barcelona, y mi intención era encontrar un piso de alquiler, barato, y que mereciese la pena, el presupuesto era escaso, pero mi capacidad para adaparme lo suplía con creces.
Finalmente y tras un par de meses de búsqueda, di con lo esperado, ofrecían una oportunidad irrechazable, la oferta hablaba de que allí ya vivía un tipo, pero que el piso contaba con dos habitaciones libres.
No me lo pensé y me hice con una de ellas.
Estaba mucho mejor de lo que me esperaba, por lo que me alegré enormemente de haberme decidido a hacerlo.
La primera vez que coincidí con él, no me causo ningún tipo de impresión, era alto, bastante gordo, rapado al dos, y prácticamente no hablaba, aunque cuando lo hacía tampoco entendía realmente nada.
Los primeros días fueros de adaptación, de supervivencia, estás en un sitio nuevo, con un compañero desconocido, por un lado te sientes un poco más libre, por el otro cohibido por la falta de confianza con el entorno.
Con el paso del tiempo, el piso me fue convenciendo, pero mi compañero me fue acojonando, tenía una serie de manías un tanto extrañas.
Para empezar, le pillé tres veces duchándose con el bañador, siempre me respondía lo mismo al abrir la puerta "Soy tímido!", y soltaba la manguera para taparse sus partes, partes que ya estaban tapadas por el mismo bañador.
No quise darle muchas vueltas, cada uno tiene sus costumbres, y hay que respetarlas.
Pero aquellos detalles se fueron intensificando.
Recuerdo un día que se trajo a sus padres, por mi no había problema alguno, al contrario, pero tenían una relación un tanto especial, mandó a su madre a la cocina, ella estaba realmente encantada, traté de decirle que no hacía falta, que era cosa nuestra, que nosotros nos ocupábamos, todo de muy buen grado, pero no se lo tomó bien, me dijo que la dejara en paz, cosa que me asuto, y me hizo plantearme la situación con cierto miedo. Después de casi sentirme obligado a colocarme la servilleta sobre las piernas, y a no apoyar los codos sobre la mesa, acabamos de comer y se puso a fregar toda la casa, no podía permitírselo, por lo que volví a insisitr en que no hacía falta, me dijo que o dejaba de acosarla o "Mi marido te va a soltar un par de guayas, malnacido...", decidí no intervenir más.
Su padre era un tipo curioso, pies en la mesita, espachurrado en el sillón, y puro en las manos, sólo me dirigió la palabra para preguntarme si su hijo había llevado alguna "gachís".
Le dije que no, todavía no lo había hecho.
Pero lo hizo.
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Era exactamente igual que él, salvo por el rapado, y porque ella llevaba sujetador.
Me la presentó, tampoco la entendí demasiado y me marché a mi cuarto, les dejé intimidad para que disfrutaran relajadamente de la noche.
Y lo hicieron, se la pasaron entera follando como no si no hubiese mañana, parecía una jodida matanza, me sentía acongojado en mi cuarto, cagado por si realmente uno de los dos estaba cometiendo un crimen y que de serlo la próxima víctima sería yo.
A la mañana siguiente evité decir nada, me preguntó si podía quedarse un par de días en casa, tenía mal rollo con su padres, le dije que si, que no había problema alguno.
En que momento acepté.
Se zampó media casa, supongo que no intentó comerse el mármol de la cocina porque debió intuir que no era dulce, se comió las reservas para toda una tercera guerra mundial, estoy convencido de que vino antes de la hibernación, que aquello era el paso previo, llegué a verla cenar tres veces, e incluso marcándose un resupo.
Lo único positivo fue que duró exactamente eso, dos días, después desapareció, supongo que en busca de más comida, o una cueva.
Jamás supimos nada más de ella.
Con él, no mantenía mucha relación, una tarde le pillé masrurbándose en el sofá, con el audio del portátil a todo trapo, completamente desnudo y sentado sobre mi toalla, aquella fue nuestra primera bronca, bueno, más bien yo fuí el que le chillaba, él no decía nada, sólo asentía con la cabeza, me dio lástima y no hubo más.
Recuerdo que un día trajo visita, eran tres colegas, exactamente idénticos, parecían la fusion de todos los personajes de BBT combinados en uno y multiplicados por tres
Se pasaron la noche entera viendo la trilogía del señor de los anillos, mientras gritaban como locos cosas como "VAMOS ARAGORN!", "Por el poder de ....", y un nombre élfico que no recuerdo.
Yo mientras tanto trataba de estudiar para lo éxamenes, metido en mi cuarto, les pedí calma, pero les escuchaba reir como ratillas de laboratorio.
Pese a todo, jamás había habido ninguna discusión fuerte, ni siquiera por la manía que tenía de lavarse los dientes en la cocina, dejando el cepillo al lado de la pica, sumergido en un bol de cereales.
Pero el otro día fue demasaido lejos, y tuvimos nuestro primer encontronazo.
Eran las 3 de la mañana, escuché como volvía, había salido por ahí, no sé a donde,creo que venía de casa de un amigo, me desperté al escuchar la puerta, traté de seguir durmiendo, pero de golpe entró en mi cuarto, llevababa una especie de cobaya o no sé que cojones era, en las manos y estaba totalmente en estado de shock, chillando como un loco, más de lo que había hablado en todo el tiempo que hacía que le conocía, pidiéndome que le ayudase, que querían matar al bicho, se le había ido la cabeza por completo, me subí a la cama, le dije que lo apartase, me lo acercaba cada vez más, me subi al escritorio, tengo un miedo enfermizo a las ratas y a todos sus variantes, le dije que se pirara, todo eso a horas intempestivas y como colgados, comenzó a llorar, parecía un jodido niño, cara fetal del todo y acercándome la cobaya, pude coger unas bolas de calcetines que tenía colocadas sobre la mesa, para dejarlos guardados en su sitio y se los comencé a tirar, consiguiendo alejarlo, tirándole después el pantalón de un chándal y una bufanda, hasta que al final se salió y cerré con el pestillo.
La noche trascurrió con calma, hasta que al levantarme a la mañana siguiente, no estaba, así que hablamos al mediodía cuando regresó, me dijo que era de un amigo, que su madre quería matarlo y que fue a buscarlo para esconderlo, que se había bebido una cerveza y que le había subido, le dejé las cosas claras y parece que lo entendió.
No fue nada bestial, pero aquella situación no fue agradable.
Si todo va como nos han contado, el lunes viene un compañero nuevo, es uno de los motivos que me animan y me hacen no empezar a buscar una salida, ya veremos.