En 2019 se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la Luna, un hito histórico que llevaron a cabo los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins a bordo del Apolo XI. La llegada del hombre a la Luna es una de las mayores hazañas de la historia de la humanidad.
El ser humano primitivo ya se preguntaba hace miles de años qué había más allá, en los cielos, desde el momento en el que pudo mirar hacia arriba y tuvo la capacidad para preguntarse quién es, de dónde viene y hacia dónde va.
Por ello, no solo colocar un artefacto humano sobre otro cuerpo celeste, sino transportar en él a los primeros humanos dispuestos a pisarlo (aunque sea nuestra ‘cercana’ Luna a 384.000 kilómetros de distancia) supone un hito tecnológico y, además, antropológico, casi filosófico. El 20 de julio de 1969 cambió la concepción del espacio vital humano, reconociéndose que se tenía, y se tiene, capacidad para colonizar otros mundos fuera de la Tierra.
No podemos olvidar que la llegada a la Luna fue un logro motivado por la Guerra Fría, en una carrera espacial que culminó con la hazaña de Neil Armstrong, Buzz Aldrin, Michael Collins, y milles de ingenieros y operarios de la NASA.
Aquel día, los tres astronautas tomaron un completo desayuno y se encaminaron a la rampa de lanzamiento en Cabo Cañaveral (brevemente bautizado como Cabo Kennedy), desde donde despegaría el cohete Saturno V, ante millones de personas (la mayoría no autorizadas) que se agolpaban para no perderse el despegue en las inmediaciones.
Otro aspecto importante de la misión Apolo XI es que no solo rompería moldes por lo histórico de su objetivo, sino que los medios de comunicación de masas (y por primera vez la televisión) iba a emitir un acontecimiento de exploración espacial como este. Los que lo vivieron seguramente lo recordarán como si estuvieran viviendo en un sueño de futuro.
Tras cuatro días de viaje sin ningún incidencia reseñable, y tras capturar algunos vídeos a color del aspecto de la Tierra a cientos de miles de kilómetros de distancia, el módulo lunar hacía los últimos metros pilotado por Neil Armstrong para posarse en el Mar de la Tranquilidad. Horas después, el primer humano posaba su pie sobre la Luna en directo ante millones de espectadores: “Es (un) pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”; y minutos más tarde, el segundo humano hacía lo propio: “Magnífica desolación”.
Los astronautas volvieron a la Tierra reconocidos como héroes, como una suerte de Beatles de la exploración espacial.
El programa Apolo (serían 12 misiones, la mitad de ellas estaban diseñadas para alunizar, y así lo hicieron) se diseñaron con el expreso propósito de explorar los límites más inmediatos a la Tierra de una manera mucho más precisa, incluyendo órbitas lunares, terrestres, y el reconocimiento del terreno lunar. La última de ellas tuvo lugar en 1972, y desde entonces no hemos vuelto a pisar nuestro satélite. De hecho, no lo haremos hasta 2024, con el programa Artemisa (bello y poético nombre de la esposa de Apolo), el capítulo siguiente de la historia de la humanidad en su camino a la conquista de nuevos mundos.