Jonathan Demme, cineasta estadounidense y representante de uno de esos momentos en los que la creatividad y el éxito comercial estuvieron unidos, ha muerto a los 73 años, según la revista Indiewire. Su nombre remite inevitablemente a El silencio de los corderos, la película de psicópatas que marcó una época en la industria. Su filmografía, sin embargo, es más compleja.
Una explicación telegráfica en la urgencia de la muerte. Algo salvaje, la primera película por la que Demme se ganó al público, era una reinterpretación gamberra y acharolada de las screwballs, el viejo género de las comedias de guerra de sexos, que terminaba en realismo sucio. Melanie Griffith, debutante en aquella película, puso mucho en favor de la empresa. Después, El silencio de los corderos tuvo el mérito de inventar un híbrido entre el cine de terror y el género del thriller. Parece lo mismo pero no lo es. Y, en medio, Philadelphia fue un drama más convencional, reconfortante y fotogénico, pero quedará para siempre en la historia por ser la primera gran producción que abordó el tema del SIDA.
Demme, además, tiene un papel interesante en la historia de Hollywood. Tomó el relevo del cine de serie B de Roger Corman y lo llevó a los cauces del gran Hollywood. Le puso un poco de cultura pop (hizo documentales sobre Neil Young y los Talking Heads, el magnífico Stop making sense) y un punto de encanto personal irresistible.
Descanse en Paz