Para Gerardo Quintana, autor de la biografía Más allá del embrujo, Tino Casal se adelantó tanto a su tiempo que todavía no ha podido ser valorado en su justa medida. Creó un personaje que posiblemente no llamaría la atención en la España contemporánea, sumergida en la red que pone cualquier cosa a distancia de un click, se produzca donde se produzca.
Pero en el tránsito de las décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado, el país abandonaba progresivamente el letargo de 40 años culturalmente aislados y una imagen como la del artista asturiano causaba un impacto considerable.
El vigésimo aniversario de su muerte ha puesto en marcha varios actos de recuerdo en los que está presente su amigo de la infancia Ramón Palicio, que sigue viviendo en la localidad natal de ambos, Tudela Veguín, un pueblito a catorce kilómetros de Oviedo.
Palicio se entusiasma al hablar del documental que se estrenará en el centro de social de la localidad asturiana el próximo día 23. La compañía discográfica que publicó sus discos también ha preparado una edición conmemorativa que contiene 8 CDs y un DVD, con dos canciones inéditas (“But a heart” y “Day by day”), remezclas, grabaciones en directo, versiones instrumentales y demos bajo el título Todo Casal. Londres y el “glam”
Siendo adolescente milita en dos formaciones asturianas llamadas Zafiros Negros y Los Archiduques, formación con la que llegó a grabar tres singles, el más conocido, “Lamento de gaitas”.
Finalizando los sesenta se marcha a un Londres donde todavía reinan The Beatles y Rolling Stones y el movimiento mod se encuentra en pleno apogeo. Son años también de pop y psicodelia, de drogas lisérgicas y rock progresivo.
En la capital inglesa vive Casal la aparición de la corriente que marcará su estética y en parte su estilo musical. Marc Bolan, de T. Rex el primero y después David Bowie, empiezan a cuestionar la deriva virtuosa de largos desarrollos instrumentales en la que el rock psicodélico había desembocado.
El glam rock reaccionó contra la ampulosidad del rock progresivo con melodías más sencillas y pegadizas, aderezadas por poderosos riffs de guitarras y, sobre todo, una estética inspirada en los travestis neoyorquinos que David Bowie plasmó como nadie al mutar en Ziggy Stardust. La testosterona del rock diluida en ambigüedad sexual.
Las plumas, las lentejuelas y las plataformas fascinaron a un joven Casal que vivió en primera persona la evolución de un género cuya onda expansiva alcanzaría a géneros de la década siguiente, en especial a los llamados new romantics. Neocasal
En 1977 Casal regresa a España. Mientras empieza a buscarse la vida como cantante melódico (llegó a presentarse al Festival de Benidorm donde quedó segundo) produce el debut del grupo heavy Obús y cultiva sus otras aficiones artísticas, especialmente, la pintura.
En 1981 firma contrato con Emi y publica su primer disco con Julián Ruiz a la producción, Neocasal. El sencillo elegido para darlo a conocer en las radios es “Champú de huevo” que se convirtió en un éxito de manera fulminante. La imagen de Tino Casal, claramente marcada por Bowie, incluía elementos de los nuevos románticos, sobre todo de Adam Ant y algún guiño punk. En este primer álbum también se incluía “Billy boy”.
En 1983 publica Etiqueta negra que incluye su tema más popular y el que más ha trascendido pasados los años, “Embrujada”, una canción influida por grupos como The Human League o los Depeche Mode de Vince Clarke, que le volvió a situar en el puesto más alto de las listas de ventas y le otorgó, definitivamente, un lugar preferente entre los integrantes de la Movida.
En menos de un año publica su tercer álbum, Hielo rojo, que contiene otro de sus grandes hits, “Pánico en el Edén” elegido ese año como sintonía de la Vuelta Ciclista a España, con lo que ello suponía en una época en la que aparecer en uno de los tres canales de tv que había, significaba la popularidad instantánea. Un paréntesis
Durante la gira de Hielo rojo, Casal hace caso omiso a un esguince y las complicaciones derivadas le producen una necrosis ósea que está a punto de acabar con su vida. Se ve obligado a ir en silla de ruedas y sufrir cinco operaciones en dos años.
En 1987 se recupera, aunque siempre conservará una ligera cojera, y viaja a los estudios Abbey Road de Londres, de nuevo con Julián Ruiz como productor, para grabar Lágrimas de cocodrilo con “Eloise”, versión del clásico de Barry Ryan como corte más destacado y al que solo los invencibles Mecano pudieron desbancar del número 1.
Histeria (1989) fue su quinto y último disco. Incluía una versión del “Don´t you want me baby” de The Human League, que tituló “No somos héroes” y otra del de Roberta Flack, “Killing me softly with this song”.
Tras este álbum dedicó un tiempo a sus otras inquietudes artísticas, la pintura y la escultura y colaboró esporádicamente con otros artistas, mientras se preparaba para grabar el que hubiera si su sexto disco, en Tokio. La madrugada del 22 de septiembre de 1991 un accidente en el que viajaba de copiloto truncó este y cualquier otro proyecto.
Para muchos, el hueco que dejó Casal, 20 años después, sigue vacío. Incluso se ha creado una emisora de radio en la que solo suenan las canciones que nos dejó. Las que mantendrán vivo su recuerdo.