En 1982, el maestro de la serie B John Carpenter rodó la que sería su obra magna, “La cosa” (The Thing), remake del clásico de la ciencia-ficción de los años 50 “El enigma de otro mundo” (The Thing from Another World), dirigido por Christian Nyby (bajo la atenta supervisión de Howard Hawks) y basado en un relato corto del escritor estadounidense John W. Campbell.
Aunque en su momento no fue un éxito comercial (más bien todo lo contrario), el paso del tiempo hizo justicia y colocó a “La Cosa” en un puesto de honor, convirtiéndose así en toda una pieza de culto para el aficionado al horror.
Otorgándole nuevamente el protagonismo a Kurt Russell (desde ese instante, su actor fetiche) y contando con unos medios más holgados que de costumbre (podría considerarse ésta su primera incursión en la “serie A”), Carpenter abordó el proyecto tanto como una versión moderna del filme original como una aproximación más fiel y perturbadora de la novela de Campbell. Y el resultado fue, sin lugar a dudas, una de las mejores monster-movies de la historia del cine.
Ahora, casi treinta años después, nos llega una nueva película en forma de precuela.
La paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead) viaja a una remota zona de la Antártida para colaborar con un equipo científico noruego que ha encontrado accidentalmente una nave extraterrestre enterrada en el hielo, y en cuyo interior viajaba un organismo que parece haber muerto en la colisión hace miles de años.
Lo que en un principio supone un descubrimiento de gran relevancia científica no tarda en convertirse en un problema de supervivencia cuando el alienígena despierta de su letargo…
Con el anuncio del proyecto, ostentando sin reparos el mismo título que su predecesora, y posteriormente con las imágenes y los distintos trailers, se intuía que a pese a ser concebida como una precuela, la película sería más bien un remake encubierto del film de Carpenter. Y una vez vista, esa sensación queda más o menos plasmada, aún con ciertas reservas.
Esta “The Thing” nos cuenta los acontecimientos anteriores a lo que vimos en la cinta de 1982, situándose así en el campamento noruego en el que despierta y ataca el monstruo por primera vez antes de vérselas con el grupo americano constituido por MacReady (Russell) y cía. Por tanto, y siendo los noruegos los descubridores de tal hallazgo, tenemos la oportunidad de ver por primera vez el aspecto inicial (quién sabe si el suyo propio o una imitación de un ser de otro planeta) del alienígena y contemplar con mayor detalle -incluso el interior- de la nave espacial con la que llegó a la Tierra. Y eso vendría a ser básicamente la única aportación de esta precuela, pues al fin y al cabo, de la criatura sabemos tanto como con la anterior versión.
No estamos ante una precuela que ofrezca algún tipo de información o dato novedoso respecto a lo ya visto en el remake, y ni tan siquiera se intuye intención alguna de querer ser una propuesta fresca abordada desde una perspectiva diferente a la de Carpenter. Por tanto, lo que hace el guionista es limitarse a repetir una misma fórmula que, a día de hoy, ya ha sido vista repetidas veces en otras películas con monstruos depredadores. La trama sigue un patrón ya definido, con un poco de misterio y suspense al inicio, y que solamente intrigará al espectador que desconozca por completo las anteriores películas; y luego un ataque tras otro, con la criatura acechando y/o aniquilando una a una a sus víctimas hasta la llegada del enfrentamiento final con el personaje erigido héroe de la función. A esto último, decir que esta vez quién asume ese rol – el que interpretó Russell- es un personaje femenino, la paleontóloga Kate Lloyd. Bien acompañada, eso sí, por un buen mozo (americano también) como el que interpreta Joel Edgerton.
Esto y algún que otro agradecido cambio en algunos detalles concretos (la medida para descubrir al alienígena ya no consiste en analizar una muestra de sangre) es de lo poco “original” que nos encontraremos aquí. Quizás por ese motivo la existencia de esta precuela se sienta tan innecesaria, pues realmente no aporta nada a “La Cosa” original que la justifique. Sus responsables han optado simplemente por contar el cómo del resultado de lo que vimos 29 años atrás, y en ese sentido, podemos decir al menos que la coherencia entre ambas películas está muy cuidada.
No estamos hablando de guiños o referencias puntuales como en el caso de otra precuela reciente, “El origen del planeta de los simios”, sino que desde el guión y la puesta en escena existe una atención especial por conectar sin fisuras una película con la otra. Ejemplos de ello serían el propio campamento noruego, que se asemeja bastante a los restos calcinados que vimos en la ochentera, sobre todo en lo que respecta a la sala en la que reposa el alienígena. Luego hay detalles muy concretos como SPOILER– el suicidio de uno de los noruegos y cuyo cadáver encontrarán luego MacReady y el Dr. Copper en su visita al campamento –FIN SPOILER; el hacha clavada en la pared, los restos de uno de los infectados que luego serán analizados en el campamento americano (aquí se nos muestra cómo llega a producirse tal monstruosidad) o los intentos por contactar con la Estación McMurdo. Y por supuesto, está el desenlace de la película, que no es más que el punto de partida para el comienzo de la otra.
Aunque lo que veamos sea un más de lo mismo sin sorpresas, hay que reconocer que funciona dentro de los parámetros del subgénero monster-movie en el que se inscribe.
La dirección del debutante Matthijs van Heijningen Jr. carece de personalidad pero es, cuanto menos, funcional. Desde la perspectiva del mero entretenimiento, su labor no puede ser criticable, si bien es innegable que el resultado final, a nivel terrorífico, palidece frente a lo hecho por Carpenter. Aunque no queramos, las comparaciones son, además de odiosas, inevitables (sus propios responsables nos obligan a ello), y la inquietud y la aguda paranoia que respiraba la ochentera aquí no emerge con la misma intensidad ni la misma capacidad de sugestión en el espectador. A nivel de acción, en cambio, resulta muy competente, ofreciendo llamativas secuencias que tienen en los notables efectos digitales (en sustitución del magistral trabajo artesanal de Rob Bottin) su mayor aliado.
La criatura adopta formas imposibles y verdaderamente escalofriantes, como ya vimos en manos de Bottin, si bien aquí el uso del ordenador permite ampliar sus posibilidades tanto en transformaciones como en movilidad (especialmente en los ataques). Se puede preferir unos efectos u otros, pero cada técnica es hija de su tiempo, y aquí el resultado cumple con las exigencias del espectador actual.
La gélida y siniestra banda sonora de Marco Beltrami es también un buen complemento. Contiene algún que otro eco al trabajo de Morricone, pero sin aplicar la repetición de un leitmotiv en concreto.
Las interpretaciones son correctas dentro de lo que se les exige, y tampoco pueden ir a más allá si tenemos en cuenta que aquí los personajes, salvo los interpretados por Ulrich Thomsen y Mary Elizabeth Winstead, no están tan definidos como pudieran estarlo MacReady, Blair, Childs o Garry (un grupito, el americano, algo más heterogéneo en cuanto a personalidad)
Como entretenimiento y película de monstruos que es, “La cosa” es de lo más efectiva. Entretiene y ofrece las suficientes dosis de terror, acción y violencia para contentar al aficionado (bendita sea la clasifición R que luce con orgullo pero sin abusar). Como precuela, podemos darnos con un canto en los dientes porque nos encontramos con un producto digno y respetuoso con el clásico de Carpenter.
Y eso, amigos, ya es mucho decir.