A este bicho de aquí me lo he encontrado hoy en la puerta de mi casa. A las 7 de la mañana escucho una gata en mi ventana maullando como una loca en celo (cosa no muy rara, a mí las gatas en celo me acosan constantemenete ). Y claro, me dispongo a echarle un grito para que al menos un jodido domingo pueda dormir en paz. Un grito y no se calla. Segundo grito, tampoco. Con mala leche salgo a la puerta a ver si así se asusta y resulta que me encuentro a este enano feucho que no llega ni a los 20 días de vida metido en la caseta del perro. Obviamente me lo han echado al jardín a saber por donde, porque tampoco creo yo que lo hayan tirado en plan catapulta, ni se hayan saltado a casa solo para dejar un gato. Y aquí estoy, con otro bicho encima mía mientras escribo esto, con los otros dos gatos que tengo mirándolo desde 10 mentros mientras le bufan y sin saber qué hacer con él.
El caso es que ya es el tercero que nos encontramos/nos echan. Uno se plantea si la gente es consciente de que a los gatos caseros hay que estirilizarlos si no se quiere tener manadas inmensas, gatas maullando que desquician los nervios o que mañana tu gato coja un enfermedad o lo atropelle un coche. Al final los demás le pasan a uno la pelota (o marrón) y se quitan los problemas de enmedio a sabiendas de que uno es un buenazo que adora los gatos.
Encima hoy leo esta entrada en meneame con la que empiezo a sentirme identificado: los gatos son como los tatuajes.
Ains... qué cruz.